martes, 5 de mayo de 2015

MARGARITA WEILD, UN AMOR INFINITO

El era el General José María Paz, el "Manco"; ella, su joven esposa , Margarita Weild, su sobrina veintitrés años menor que él. Sin embargo conquistó su corazón.
Durante casi toda su vida Margarita, aunque pertenecía a un grupo privilegiado de vecinos de Córdoba, tuvo que sufrir la suerte de las mujeres de los perseguidos, los encarcelados y los exiliados.
Nació en 1814. Dueña de un carácter fuerte: valerosa, terca , austera.
Su madre fue Rosario Paz, y su padre, un médico escosés llamado Andrew Weild. La bautizaron Agustina, pero se la llamó Margarita, en recuerdo de su abuela británica. Su padre murió cuando ella era muy chica, pero aceptó con cariño al segundo marido de su madre, Juan José de Elizalde.
Desde niña sintió admiración por su tío José María, el que peleó por la Independencia; el que peleaba, cuando ya era una jovencita , por constituir el país. El tío buen mozo, serio, poco dado a conversar, pero que en la familia era afectuoso, bromista y dedicado.
Creció oyendo hablar de su heroismo, de aquella vez que casi perdió por un brazo herido, la vida. Vida que le había sido concedida para que ella pudiera amarlo y cuidar de él.
"¡Que pretenciosa la niña!", dicen que José María dijo una vez; Margarita se contentó con mirarlo y mostrar una sonrisa pícara.
Vivió toda su vida sobre ascuas por él: que si su brazo le daba espasmos, que si las tercianas lo enfebrecían; que si se iba al Brasil a pelear con el Emperador; que si volvía atravesando un país soliviantado por la guerra civil; que si en Córdoba lo esperaban enemigos encubiertos.
Ella aguardaba con paciencia el momento de entrar en escena. Cuando era niña, escuchando detrás de las puertas las noticias dadas en voz baja y nerviosa; ya más grandecita, preguntando tímida por él; llegada la edad de casarse, hablando abiertamente de la preocupación por su suerte. Margarita sabía que "ni el sol ni las estrellas podrían esconderlo de ella para siempre."
Su historia comenzó cuando parecía que iba a terminar la de él. Boleado su caballo en los campos de Caldún, fue a dar en la Aduana de Santa Fe, prisionero de Estanislao López, caudillo de aquellos pagos.
Doña Tiburcia,madre de José María, y Margarita fueron a verlo. Ella se arrojó a sus brazos. El, aturdido, no queriendo divertir a los guardias con sus aflicciones, contuvo el llanto de las mujeres:"Nada de lloros, nada de lloros". El gran General se avergonzaba que ella lo encontrara desarrapado, con el cabello indómito y la barba crecida.
Al abandonar la cárcel, Margarita le dijo a doña Tiburcia, su abuela, que iba a casarse con él. Y mientras tramaban como hacerlo, la joven le llevó libros, papel, tinta y velas. Su mano afectuosa le recortaba el cabello, lo afeitaba, le preparaba sus platos favoritos. Margarita mantenía la celda limpia y perfumada con ramos de flores silvestres que traía a diario.
Paz, para no involucrarla en su desgracia , se mantuvo esquivo. Pero ella fue directa y le propuso casamiento. Paz se opuso enumerando todo lo que los separaba. Ella demolió sus argumentos,esgrimiendo su amor. Paz se desmoronó y la amó con pasión.
Un sacerdote amigo los casó, luego de obtener las dispensas, pues eran tío y sobrina.
Los guardias, concluída la ceremonia, le ordenaron retirarse. El doctor Cabrera arguyó el derecho de convivencia. Las autoridades, furiosas, transigieron. Así comenzaron su vida de casados, teniendo por hogar, la cárcel.
Cuando quedó embarazada Paz le pidió que volviera junto a su madre para que el niño naciera en libertad. Ella, cortante, le respondió:"No tiene importancia donde nazca. Todo el país es una cárcel."
Y soportó, y sufrió, y amó.
Rosas decidió trasladarlo a Luján. A Margarita se le negó información sobre el paradero de su esposo.
El General se desesperó pensando que no volverían a verse. Finalmente se le concedió el permiso para reunirse nuevamente.
En 1839, después de ocho años,fue liberado y enviado a Buenos Aires. Por primera vez tuvieron privacidad. Pudieron pasear, asistir a tertulias, hacer amistades.
Como muchos comenzaron a señalarlo como el único capaz de vencer a Rosas, Margarita consiguió un cargo diplomático para su marido en la Banda Oriental con la condición de que no tomara las armas contra Rosas.Los períodos de tranquilidad para esta abnegada mujer eran breves, José María siempre retomaba el oficio de la guerra, enredándose en políticas absurdas.
Pasaron años de separaciones, angustias, pobreza y pérdidas constantes.
Tras la muerte de uno de sus hijos decidieron afincarse en Río de Janeiro. Alquilaron una granja que no daba mucho. Sobrevivieron gracias a la entereza de Margarita. Esperaba su octavo hijo.
A pesar de las carencias, ella era feliz. Vivían en familia y no sufría el terror de que lo mataran en batalla. Sin embargo, debilitada por los esfuerzos y los sucesivos embarazos, cayó enferma.
El 5 de junio de 1848, luego de haber parido a su hijo, con tan sólo 33 años, tomada de las manos de ses hombre al que tanto amó. "¡Cuánto te he querido!", le dijo antes de abandonarlo por primera vez.
Dicen que antes de morir, el General Paz, en su agonía no cesaba de llamarla: "¿Dónde estás,amor mío? ¿Por qué te escondes en la sombra? Yo no sé el tiempo que hace que te espero, cansado."

Fuente:La Nación revista, 27 de febrero de 2005

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