jueves, 6 de agosto de 2015
CATERINA SFORZA, LA DUQUESA GUERRERA DEL RENACIMIENTO
A finales de 1498, una mujer se encarama a la muralla de la Fortaleza de Ravaldino, en Forli, 300 km al norte de Roma. Las tropas enemigas mantienen como rehenes a sus hijos y han amenazado con matarlos si no depone su actitud, pero ella, imbatible, se señala el pubis y grita: "¡Matadlos si así lo queréis, tengo el instrumento para tener muchos más! Nunca consiguiréis que me rinda". La anécdota parece una leyenda, pero dada la personalidad de su protagonista tiene visos de realidad. Caterina Sforza, es uno de los personajes femeninos más singulares del Renacimiento italiano. No sólo se codeó con los más importantes genios del arte y la cultura de su época, sino que desafió todo convencionalismo, coqueteó con la alquimia y al frente de sus tropas, no dudó enfrentarse a enemigos tan poderosos como los Borgia.
Caterina nació en 1463 en Milán. Sobrina del poderoso Ludovico el Moro, duque de Milán. Fue educada, a pesar de ser hija ilegítima, en el seno de la familia paterna donde se impregnó del espíritu humanista propio de la época. Contaba con sólo 10 años cuando la casaron con un sobrino del papa Sixto IV, veinte años mayor que ella. Aunque su esposo, Girolano Riario, era señor de Imola y Fortli, el matrimonio se instaló en Roma a fin de medrar en la corte papal. Caterina, al tiempo que daba a luz a cinco hijos, no tardó en convertirse en intermediaria entre la corte romana y la milanesa, y adquirir así enorme prestigio.
EL AVISPERO ROMANO
La muerte de Sixto VI puso en riesgo todo lo que la pareja había conquistado en los años anteriores. La eleción del nuevo papa abría la usual disputa entre las familias más poderosas de Italia, que pugnaban por situar a uno de los suyos en el trono de San Pedro.
Pero Caterina no estaba dispuesta a perder su privilegiada situación. Ante la ausencia circunstancial de su esposo y embarazada de siete meses, cruzó a caballo el Tiber y se puso al frente de la guarnición que defendía el castillo de Sant'Angelo. Con ello consiguió que algunos cardenales enemigos se negaran a participar en el cónclave, temerosos de caer bajo su poderosa artillería. Finalmente, se llegó a un acuerdo y Girolano aceptó partir de Roma a cambio de la confirmación de sus señoríos de Imola y Forli, el nombramiento de capitán general de las tropas vaticanas y una indemnización de 8000 ducados.
En su nuevo destino, Caterina tuvo ocasión de demostrar sus dotes políticas. La muerte de su esposo, asesinado por los partidarios del nuevo papa en 1488, la llevó a ejercer de regente durante la minoría de edad de su hijo Ottaviano. De inmediato puso en práctica una serie de medidas que le permitieron ganar las simpatías de sus conciudadanos, bajando los impuestos y logrando la amistad de los Estados vecinos, mediante la concertación de diversas alianzas matrimoniales de sus hijos. Además, llevada por su sempiterna afición a la milicia, se puso al frente de la instrucción militar de su ejército.
Sólo una cuestión la separaba, ya no de sus súbditos, sino de su familia. Pocos meses después del fallecimiento de su esposo, Caterina contrajo matrimonio en secreto. La pasión que sentía por el ambicioso joven hizo flaquear a la siempre invencible Caterina, hasta el punto de que llegó a apartar del gobierno a su hijo Ottaviano, para entregar las riendas del Estado a su esposo y colocar a los parientes de éste al frente de las fortalezas que defendían la ciudad. Su esposo fue asesinado por unos conjurados. En represalia, la viuda hizo masacrar a los partidarios de los asesinos y a sus familias.
Tras la muerte de su segundo marido, contrajo matrimonio con Giovanni de Médecis. Fue este también un enlace desgraciado. Giovanni murió a causa de una neumonía.
Poco después, el papa Borgia, Alejandro VI, declaró su voluntad de incorporar las ciudades de la Romaña, incluídas Imola y Forli, a los Estados Pontificios. LA VALIENTE CATERINA SFORZA NO ESTABA DISPUESTA A CONSENTIRLO.
LA INQUINA DE LOS BORGIA
De inmediato Caterina se dedicó a ampliar su ejército, a mejorar el armamento y a almacenar grandes cantidades de alimentos y miniciones ante un posible asedio de las tropas comandadas por César Borgia, hijo del papa Alejandro.
Tras la caída de Imola y Forli, el Borgia inició el asedio a la fortaleza de Ravaldino. Apoyada por más de un millar de soldados, Caterina dirigió personalmente la resistencia. Rechazó una y otra vez las propuestas de paz de su enemigo aún a costa de la vida de sus propios hijos, como cuenta la leyenda.Tras una serie de terribles combates, las tropas de César Borgia irrumpieron en Ravaldino y Caterina fue hecha prisionera.
Pese a que ella solicitó ponerse bajo la custodia del rey de Francia, Luis XII, César Borgia no quiso, por orgullo y porque Caterina se había convertido en su amante.
César no tardó en enviarla a Roma, después de hacerla sufrir humillaciones de todo tipo. El papa la obligó a permanecer en una villa próxima a Roma. Pero ni todas las atenciones recibidas por parte del pontífice, que insistió en tratar a la prisionera de acuerdo a su rango, lograron domeñar el espíritu rebelde de la Sforza. Después de que fuera descubierto su intento de fuga y habiendo sido acusada de preparar un atentado contra el papa con una serie de cartas envenenadas, la díscola condesa fue internada en el castillo de Sant' Angelo, la fortaleza que defendiera tan ardientemente años atrás.
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